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El movimiento humano, una función psíquica superior (página 2)



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Al analizar el ambiente en
que se expresa la actividad física, se arriba a
la conclusión, que ésta es la encargada de
transferir de forma encauzada la historia motriz del hombre, que
constituye un medio cultural dentro del patrimonio
cultural humano. Entiéndase como una comprensión
general del ser humano y de la sociedad que
lo construye.

Séchenov (1861) en su obra "Reflejos del cerebro"
formuló la hipótesis según la cual todos los
tipos de movimientos, comenzando por los involuntarios, los
más elementales, y terminando por los más
complejos, los voluntarios, son movimientos determinados u
obligados y la diferencia básica de los tipos más
complejos solo se debe buscar en el sistema de
estímulos que provocan dichos movimientos. Posteriormente
en Fisiología de los centros nerviosos (1881)
desarrolla esta hipótesis en forma
más completa, indicando que en el paso a las formas
más complejas de los procesos
mentales en el hombre, "el
sentimiento se transforma en razón y propósito, y
el movimiento en
acción".

La actividad nerviosa superior constituye un sistema
complejo, móvil e iterativo de reflejos condicionados
elaborados en el proceso de la
vida del organismo, expresados como estereotipos dinámicos
los cuales se forman bajo el influjo de condiciones estables de
vida que se suceden en un orden determinado. Como resultado, se
crea un sistema equilibrado de reflejos condicionados
relacionados entre sí. La estereotipia de los reflejos
condicionados sistematiza el trabajo de
la corteza cerebral y así lo facilita. Ello contribuye a
que se economice el gasto de energía nerviosa y a que
resulte más fácil formar nuevos reflejos
condicionados sobre la base de un estereotipo dinámico
establecido.

Una enorme cantidad de nuestras acciones y
movimientos voluntarios surge de la base de los
propósitos, en cuya formación participan factores
sociales y el lenguaje,
que formula el objetivo de la
acción, lo correlaciona con el motivo y traza el esquema
fundamental de la solución de aquel problema que el hombre
se plantea.

La estructura
refleja de los movimientos voluntarios se posibilita a
través de la
organización aferente de los movimientos, al respecto
Pávlov, I. P. () refería que los mecanismos
eferentes del acto motor sólo
son el último eslabón ejecutivo de su organización. De acuerdo con esta, los
movimientos voluntarios son el resultado de la actividad
integrada de toda la corteza, cuyas distintas partes cumplen la
función
de análisis y síntesis
de los estímulos exterioceptivos y propioceptivos y
constituyen mecanismos aferentes del acto motor.

Bernstein, A. N. (1967), en varias de sus investigaciones
planteó que los movimientos voluntarios no se pueden
controlar en principio solo por los impulsos eferentes. Para que
los movimientos complejos (locomotores o de manipulación)
puedan ser controlados Bernstein, A. N. considera indispensable
la afluencia constante de impulsos aferentes, no sólo de
los objetos exteriores que tienen en cuenta para realizar los
movimientos, sino, ante todo del propio aparato de apoyo y
locomotor; todo cambio de
posición de este aparato altera las condiciones del
movimiento. Precisamente por esto, los factores decisivos en la
construcción del movimiento no son tanto
los impulsos efectores (que tienen más bien carácter puramente ejecutivo), como el
sistema complejo de impulsos aferentes que precisan la
composición del acto motor y aseguran una amplia
corrección de éstos.

En las condiciones que determinan la construcción
del acto motor voluntario, están incluidas las aferencias
tanto visuales y auditivas como táctiles y en particular
las cenestésicas; cada uno de estos sistemas
aferentes es responsable de uno u otro aspecto de la
organización del acto motor; sin embargo, el
análisis y la síntesis de las señales
sobre cuya base se realiza el movimiento se estructuran tomando
en cuenta todos estos tipos parciales de
señalización.

En las primeras etapas del desarrollo, la
acción voluntaria del niño se determina por
aquellas exigencias que se formulan en la orden del adulto,
posteriormente, esta acción repartida entre dos personas,
se convierte en una acción que comienza a regular los
propios actos del niño: al principio, por su actividad
perceptiva; después por su lenguaje
externo desarrollado y por último, mucho más tarde,
por aquellas ideas y esquemas reducidos que se formulan con la
participación de su lenguaje interno (Vigostky, L. S.
1956, Galperin, P. Y. 1964, Leontiev, A. N. 1959;
Zaparózhets, A. V. 1960). Este lenguaje interiorizado y
reducido en el hombre adulto, participa activamente en la
transformación de la información recibida y en la
formulación de aquello que Bernstein, N. A. (1957)
llamó tarea motriz, que destaca el objetivo de la
acción y crea su esquema general.

En el caso de las acciones voluntarias más
simples o habituales, en que el movimiento necesario se determina
unívocamente por el objetivo planteado y por la
situación externa, el papel del componente verbal
sólo se limita a la formulación del
propósito y a la puesta en marcha de los correspondientes
estereotipos motores.

En los casos más complejos, en que la
formulación del problema motor no garantiza todavía
unívocamente la aparición de la acción
necesaria, el papel del eslabón verbal del acto motor
voluntario es mucho más complejo. En estos casos, el
lenguaje participa en la recodificación de la
información que llega hasta el sujeto, en la
separación de sus eslabones más importantes, y en
la inhibición de las asociaciones colaterales que bien
pueden surgir bajo la influencia de los estímulos directos
del medio, o bien como resultado de las huellas inertes de una
experiencia anterior.

Al separar el sistema esencial de relaciones y crear un
esquema interno de acción que se hace dominante y aparta
todas las relaciones colaterales e inadecuadas, el eslabón
verbal se convierte en la base de las formas más complejas
de regulación del acto motor.

La influencia reguladora del lenguaje externo o interno
no se limita sin embargo, a la creación de un esquema
general o programa de
acción que como mostrara Bernstein, N. A. (1957), se puede
realizar después mediante cualquier operación
motriz y cuya combinación varía
plásticamente en dependencia de la situación. En el
transcurso de la acción voluntaria, el lenguaje interno
participa en el proceso de vigilancia de la marcha de la
acción y del control de su
efectividad; dicho lenguaje ayuda a comparar la acción
realizada con el propósito inicial, formulando
señales acerca de su concordancia o falta de ésta,
corrigiendo los errores cometidos, interrumpiendo la actividad si
el objetivo no se ha cumplido, o reanudándola si dicho
objetivo no se ha logrado

Esta función controladora del lenguaje, que
durante la realización de las acciones voluntarias
complejas entra en el mecanismo de aceptor de la acción
(Anojin, P. K. 1955) o mecanismo T-O-T-E (Millar, Pribram y
Ganter, 1960) la convierte en un eslabón importante para
la realización de aquel sistema de autorregulación
de alta frecuencia, que constituye la actividad voluntaria del
hombre.

Al tener en cuenta todo el sistema de aferencias como
parte de la organización cerebral de los actos motores, la
teoría
de los reflejos demuestra que el movimiento voluntario es
resultado de la actividad integrada de todo el
cerebro.

Por ello el aparato central más complejo y el
más general de todos los mecanismos de análisis y
síntesis es el analizador motor como lo
definiera Pávlov, I.

El tener en cuenta el sistema de aferencias como
fundamental en la preparación cerebral para el acto motor,
y los impulsos motores eferentes como la última parte
concluyente de estos actos permite desarrollar el concepto de
sectores corticales del analizador motor

Las áreas corticales del analizador motor
incluyen un grupo grande
de zonas corticales, cuyo funcionamiento asegura determinada
faceta de la preparación del acto motor, unas realizan la
organización de los movimientos voluntarios en el sistema
de coordenadas espaciales externas, otras, analizan los impulsos
que llegan de los músculos y articulaciones, y
las terceras responden a la influencia reguladora y directriz de
las conexiones del lenguaje. Cada una de ellas aporta su
componente propio a la organización del acto motor,
asegurando así un aspecto particular de la
construcción del movimiento, esto permite definir dentro
del amplio concepto de analizador motor otro más estrecho
y legítimo, relacionado con la diferenciación del
"núcleo cortical" (primario) del analizador
motor.

La característica del núcleo cortical del
analizador motor que le diferencia de las correspondientes
áreas de otros analizadores consiste en que está
relacionado, no con una, sino con dos zonas de la corteza
cerebral que funcionan en conjunto, habitualmente designadas como
regiones poscentral y precentral, y que juntas forman un aparato
funcional único en la región sensomotriz de la
corteza. Esta peculiaridad del aparato cortical del analizador
motor, tiene sus fundamentos estructurales, dinámicas y
genéticos.

Las bases estructurales y dinámicas para la
identificación de la región sensomotriz como
núcleo cortical del analizador consisten en que el propio
acto motor constituye un sistema funcional completo

Para la realización de un movimiento voluntario
es indispensable que los impulsos visuales vestibulares o
acústicos se recodifiquen en un sistema definido de
señales cinestésicas. Este sistema forma la
red espacial que
garantiza la dirección correcta de las señales
eferentes hacia los grupos musculares
adecuados y que, al mismo tiempo, altera
dinámicamente la dirección de estas señales
de acuerdo con la posición de los músculos y
articulaciones en el espacio. Sin esta base cinestésica no
se puede realizar movimiento alguno.

Sin embargo, la síntesis cinestésica es
sólo una parte de la organización cortical de los
movimientos voluntarios, cada movimiento voluntario no constituye
un acto motor único espacialmente organizado, sino, una
serie de inervaciones sucesivas que transcurren en el tiempo.
Esto se puede observar en cualquier movimiento, y con particular
claridad en todo hábito motor complejo compuesto de una
serie de inervaciones que cambian sucesivamente. Muchos autores
(Lashley, 1937, Luria, A. R., 1957) han señalado que esta
organización no puede ser compuesta por el aparato
cerebral responsable de la organización espacial de los
impulsos motores, sin que se requiera un mecanismo cerebral
especial, gracias al cual se realiza la denervación del
impulso motor una vez aparecido y la síntesis de los
impulsos sucesivos en un estereotipo motor único que se
desenvuelve en el tiempo. (Integración eferente del acto motor en la
región premotriz, sectores anteriores del núcleo
cortical del analizador motor)

La capacidad del cerebro de fijar variaciones de un
mismo tipo del medio que le rodea y en correspondencia reaccionar
estereotípicamente ante estas variaciones, esta capacidad
desempeña un importante papel en la conducta del
hombre al asegurar la exactitud de la reacción, ya que
prepara al máximo el organismo para el momento en que
actúan las señales externas, y puede recibir su
intensidad y orden. Sistema coordinado de los procesos internos
de los grandes hemisferios, correspondiente al sistema externo de
estímulos condicionantes.

A la variación externa, el cerebro reacciona con
una de ajustes característicos, los que se reflejan en los
elementos independientes del sistema, en todo el sistema, o
finalmente, por el ajuste de toda la actividad nerviosa
superior.

Conclusiones

Luego de nuestro análisis sobre el movimiento
humano podemos concluir que: La elaboración de un
estereotipo depende, en lo esencial, de las particularidades
individuales que tiene la dinámica de los procesos nerviosos, pero
esta propiedad
tiene distintas características para diferentes sistemas
funcionales (Ej. El analizador motor), reflejando las
particularidades individuales de la movilidad del sistema
funcional dado y sólo de él.

Esto permite definir que todo movimiento voluntario
complejo y especialmente el hábito motor complejo,
consiste en una cadena de actos motores sucesivos que forman el
estereotipo dinámico organizado en el tiempo.

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Autor:

Dr. C. Juan Carlos García Mesa

Profesor Auxiliar de Psicología de la Educación
Física y del Deporte de la Facultad de Cultura
Física de la Isla de la Juventud.

MSc. Irina Méndez Noriega

Profesora Asistente de Educación
Física.

Instituto Superior de Cultura Física "Manuel
Fajardo"

Partes: 1, 2
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